dijous, 18 de desembre del 2008

The importance of beign catalan

Convencido que el placer aumenta con el conocimiento, me dedico des de niño a trillar los discos que me gustan hasta aprendelos de memoria. Cuando esto sucede, llega lo que realmente hace que la música sea música: los detalles, ese recrearse, ese vitalizar una estructura invariable, casi grabada en nuestro ADN primero occidental y, finalmente, universal: en casi todos los kioscos del mundo se pueden encontrar grabaciones de mantras tibetanos, cumbias, merengues, bachatas, buen rock de casi todas las épocas des de los 50 hasta ahora, música clásica en versiones decentes, discos originales de grandes grupos, jazz de todos los ismos imaginables y muchas, casi demasiadas freakadas. Con todo este panorama, nuestra cultura ha aumentado y se ha empobrecido casi de manera simultánea, quitándonos casi lo mismo que nos ha dado y casi al mismo ritmo: todo se ha bastardeado, enriquecido con una mezcla que acerca a todas las culturas a riesgo de las esencias de cualquiera de ellas. No juzgo: sólo describo.

En medio de este panorama, el cantante Roger Mas ha sacado a la venta, hace medio año aproximadamente, un disco titulado “les cançons tel·lúriques”, “las canciones telúricas”, donde, des de un profundo conocimiento de su cultura, ha catapultado la música tradicional catalana a su lugar dentro de este inmenso magma que es la cultura global.

Mas parte de tres pilares para estructurar su obra: los poemas de Mossèn Cinto Verdaguer, sacerdote, poeta, exorcista, figura muy paralela a Gaudí des de su posición de capellán personal de los Güell, sus patronos, afincado al final de su vida en esa horrible iglesia de las ramblas de Barcelona, de nombre tan bonito: Betlem. Estos poemas son una de las obras máximas que ha dado la literatura catalana de los últimos 150 años, de una belleza sobrecogedora y de un acceso relativamente fácil: sus claves no son demasiado complicadas, aunque su profundidad no sea fácil de abarcar en unas pocas lecturas.

El segundo pilar es la música del Solsonès, comarca de paso entre los pirineos y la Catalunya central. Su capital, Solsona, es una ciudad todavía amurallada de visita agradable, plazas estáticas donde te quedarías a vivir y pastelerías muebladas de Philip Starck. Un sitio bonito para leer por la calle, para dibujarla, para escribirla, para pasear con tu pareja. La ciudad tiene los carnavales más importantes de Catalunya después de los de Sitges, y todo un rosario importante de música tradicional: los “Goigs de la Mare de Déu” (gozos de la madre de dios), música de fiestas mayores: bailes de águilas (criaturas de papel maché y madera llenas a reventar de petardos, que se lanzan contra la gente, vestida con sacos para no quemarse), bailes de gigantes (para los domingos por la mañana después de misa: somos así de sosos), etcétera. Todo esto se toca con instrumentos tradicionales de aquí, evoluciones paralelas de otros mucho más conocidos: el tabal es un tambor de piel animal, poco tenso, de sonido profundo, gutural. La tenora es una especie de clarinete o fagot estridente, difícil de escuchar, de registro corto, limitado, y es a partir de aquí cuando se le saca la versatilidad.

El tercer pilar son las músicas universales: rock, sobretodo rock. Led Zeppelin, King Crimson, Pink Floyd, los clásicos. Gente que mezcla. Jazz, free y no tan free: Miles Davis, Chick Corea, largos etcéteras. Cantautores como Raimon. Mención a parte para las músicas orientales, sobre todo la tibetana y sus mantras, tocados con didgeridoos, como ellos.

El disco se estructura, curiosamente, en tres partes también, pero estas tres partes no se corresponden con las citadas anteriormente: este substrato queda mezclado hasta llegar a un resultado homogéneo, genuino, diferente, y las tres partes del disco se corresponden a los poemas de Verdaguer musicados, más unos larguísimos gozos de la madre de Dios de Solsona y, finalmente, tres o cuatro temas del propio Roger Mas. Las tres se diferencian claramente, con temas puente y finales definidos, y cada una de ellas remite a un proyecto global.

Arrancamos con un mantra, “introitus tabalarius”, donde los tabales (esos tambores profundos) se mezclan con didgeridoos creando un ambiente que incita a pensar, a la atención, a la tensión. Luego siguen algunos poemas de Verdaguer, secuencialmente, bellamente musicados en varios estilos que van del free jazz al rap, recitados de una manera muy emocionante. La banda es virtuosa, consciente de su papel, y la música estructura, envuelve, huye de ese papel de mero soporte casi neutro a poemas mal recitados para convertirse en tan protagonista como la propia palabra. Roger Mas musica, también, el bellísimo poema “plus ultra”, anteriormente llevado a la partitura por Pascal Comelade con un etílico Enric Casasses a la voz. Éstos usan de base musical un “Knockin’ on heaven’s door” tocado con instrumentos de juguete, creando un clima del que el propio Sam Peckinpah estaría orgulloso. Incluso creo que, de haber estado grabada en su época, esta versión sería realmente el tema central de la gran “Patt Garrett & Billy the Kid”.

La segunda parte fusiona los gozos de la madre de Dios con la música religiosa tibetana de un modo tan natural que parecen así de origen. Entre los diferentes gozos (los gozos, los contragozos y los recontragozos) se van colocando diversas músicas festivas: bailes de águilas y de gigantes trascendidos por el uso de un piano e instrumentación clásica.

La tercera parte, los temas del propio Mas, en realidad preparan el final del disco: Éste acaba en una especie de apoteosis suave, un mantra bastardo conducido a un climax final donde predomina un uso de la tenora diferente a todo lo que se había oído hasta ahora.

El conjunto es de una belleza frágil, etérea, y, a la vez, enraizada hondamente en el terreno, en la cultura, en las profundidades de la voz, en los matices. Música pura, a descubrir, que crece con cada vez que se escucha hasta llegar a llenarlo todo, hasta crear un cosmos paralelo que invita, realmente, a viajar a Solsona, a conocer sus carreteras tortuosas, sus bosques empinados, el territorio intramuros de la ciudad, el bellísimo cementerio de Olius, modernista, creado y construido por Bernardí Martorell, el mismo que dirigió las obras del rosario monumental de Gaudí en Montserrat, quizá el cementerio más bello de Catalunya por encima del de Igualada, un terreno de quizá cincuenta por veinte metros con las tumbas excavadas directamente en las piedras que se asientan, que no corta un solo árbol (allí, encinas centenarias y algún roble) y que crea el método a partir de la anécdota: recoger rincones entre el camino tortuoso que circuita todo el conjunto, y, a base de esos pequeños episodios, crear tumbas individuales, todas iguales y todas diferentes. Al lado, a penas cruzando una carretera muy poco transitada, la bellísima cripta de la iglesia de Olius, oscura, permanentemente a contraluz. A todo esto remite este disco, también a los bosques de pinos, a los torrentes, al viento entre las hojas, a los prados de los llanos, a una manera de vivir más lenta, más profunda.

Quizá sea el disco más bello que he escuchado jamás cantado en catalán, un disco diferente, no el final de nada, sino la celebración de una cultura que entra con increíble fuerza en el siglo XXI, reivindicando sus raíces para cederlas a quien sepa apreciarlas y hacer crecer cualquier cosa que pueda producirse una vez éstas salgan del suelo y toquen el aire puro.

diumenge, 12 d’octubre del 2008

a mi Plim

Fa temps que la publicitat s’ha convertit en un terrible bombardeig d’estímuls directes i indirectes que embruten el nostre espai relacional i perceptiu. Complicat escapar-se’n: és a les vies públiques, als mass media, de fet, a qualsevol lloc on hi hagi un flux humà físic o virtual que justifiqui una mínima inversió. Això fatiga, i, el que és pitjor, crea un estat anímic negatiu que només et deixa dues sortides: la insensibilització o el desànim.

El meu contacte més directe amb la publicitat dissenyada per a ser consumida amb més o menys atenció és la ràdio, ja que, precisament a causa d’ella, gairebé no miro la televisió: t’obliga a una actitud passiva que consumeix tontament temps mentre ets davant una pantalla sense fer res més, ni tan sols desconnectar adequadament. Encara no em dona la gana que aquesta publicitat m’aparti d’un mitjà que em permet fer coses mentre m’assabento del que passa al món. Avui he recordat un anunci que fa pocs dies que posen: un senyor vol anomenar Mini Cooper al seu fill per tal d’entrar a un sorteig de 20000 euros de dispendi en un sol cap de setmana a Nova York, i no sé si també un cotxe d’aquesta marca. És fantàstic, perquè quantifica el preu en que està disposat a vendre el seu fill. Suposo, mitjançant una senzilla regla de tres, que si li’n ofereixen 50000 estarà disposat a sodomitzar sa mare amb una gilette.

Em crida molt l’atenció l’atribut principal que va associat als darrers tabús socials: el silenci. N’he detectat dos d’evidents: la falta de crítica (i de crítics) de publicitat, fora de la estrictament tècnica oferida pels professionals de l’ofici i gairebé sempre dirigida a ell. L’altre seria la total absència d’humor amb que es referim als bancs, fins en èpoques de bonança: són entitats silencioses, eficaces, associades sempre a actes de caritat molts cops buit.

Crec haver trobat una raó per al primer d’aquests tabús. La crítica publicitària, d’existir, funcionaria de manera anàloga a les explicacions dels trucs dels il·lusionistes: la banalitzaria, li trauria la molta o poca màgia que pogués tenir. La crítica publicitària aniria invariablement associada a l’anàlisi i al descobriment dels artificis necessaris per a vendre tal o qual cosa; quan aquests trucs queden al descobert, anul·len el nostre desig de possessió. Fins poden situar-nos en contra d’aquestes manipulacions. Ho provem?

Exemple 1: t’agrada conduir?

Senzillament, es busca la identificació d’una marca amb una idea, amb una sensació: no hi ha embussos, ni accidents, ni d’altres cotxes a la carretera. Només aquell lliscar lent, agradable, per la vora d’un bon paisatge, potser amb una música plaent, una noia maca, el sol, la brisa, una temperatura ideal. La solitud, l’exclusivitat d’un moment teu, només teu. Tot això (i més, sempre més) si compres tal marca de cotxe, que t’ho garanteix per existir, per ser. Connexió entre la marca i tu, com si el producte no fos seriat, banal, industrialitzat i amb components comuns a vehicles del mateix grup molt més barats que, no et preocupis, et seran presentats amb el missatge subliminal de “consola’t amb això i aspira a l’altre quan siguis gran, ric, famós, millor”.

Exemple 2: kalia vanish oxiaction brown vinegar con C3PO, amoxicilita, benzepatocil y la polla en vinagre.

Algú sap què és un amioàcid essencial i com actua? L’Omega 3? Els ions positius? L’ABS? Els lactobacil·lus? RSD? SSD? Què vol dir el prefix i- als aparells electrònics? Què és un doble, o un quàdruple nucli i com això afecta l’aparell que ho tingui?

No es tracta que el que ens comprem tingui o no aquestes coses, o que funcionin. EL tema és una apel·lació directa a la nostra ignorància. Els avenços tecnològics queden reduïts a un argot pseudocientífic que els emparenta directament amb el dels xarlatans de fira que veninen miracles per fer créixer el cabell, o per la potència sexual, o, més morbosament, amb els curanders que asseguren curar la SIDA, el càncer o fer caminar paralítics.

Exemple 3: impunitat.

Recordo un anunci d’hipoteques pre-crisi: parelleta jove, maca, rossa, ulls blaus. Sol, el mar, una finestra, somriures. Curiós: la casa que s’havien comprat no es veia. De fons un locutor llargava tota la parafernàlia de costum, i, de fons, sonava Sunday Morning.

1969, un grup nou, the Velver Underground, treu el seu primer disc, produït per Andy Warhol. El lema: “whatever you do, keep all the dirty words”. El clima de la primera Factory, falten encara dos anys perquè a Valerie Solanis se li’n vagi la bola. Dansa, pintura, pel·lícules (screen tests) com Empire, Blowjob, Eat, Kiss, Sleep. Sunday Morning era una de les cançons que solia cantar la Nico. Els dia de la grabació, Lou Reed, devorat pels gelos, decideix cantar-la ell. Ho farà en un fals falset, sinuosament, perversament. John Cale a la celesta (fins on m’atrapa la memòria, aquesta és l’única cançó rock on sona aquest instrument), la pròpia Nico fent uns cors excelsos. La música és d’una tristesa gairebé insondable. La lletra ens parla de quan meravellosa és la vida després de punxar-te. És l’època: Reed, Cale, Nico, Morrison estan enganxats a l’heroïna. Se’n salva la Maureen Tucker, conformada amb l’alcoholisme que arrossegava des d’abans dels 25 anys.

Tinc aquesta cançó per una de les millors de tota la història del rock. La escolto poquíssim, perquè fa plorar, i també per no gastar-la. La música, si no la tractes amb cura, es degrada: prova d’escoltar més d’un cop l’ay el Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band, o the Wall, Small Changes, Hot Rats, the Lamb Lies Down on Broadway (que m’estic regalant mentre escric aquestes línies), Beggar’s Banquet, o tants d’altres discs. I cadascú té la seva llista, o l’hauria de tenir. La potència d’aquestes obres mestres és igual a la seva fragilitat. I no tolero que algun fill de puta decideixi anunciar patates fregides amb Come on Eileen de fons.

Sobresaturacions a part, el resum d’aquesta disgressió és que venien hipoteques amb una cançó que ensalça les virtuts de l’heroïna. Que, si algú l’hagués escoltat realment, canviaria el missatge de l’anunci d’un “dorm tranquil, no et preocupis a un més realista “punxa’t si vols suportar-ho”.

La crisi actual és la mesura de la credibilitat del banc que venia el producte.

M’interessa ressaltar el clima d’impunitat amb que s’opera a la publicitat. Tot s’hi val: tergiversar imatges, fer servir bellíssimes proclames polítiques, poemes, cançons o qualsevol altra manifestació artística per vendre. Mentir.

La violència d’aquests impactes és terrible, i el seu resultat final, la insensibilització dels consumidors fastiguejats, venuts ells mateixos, adormits.

Tot això té la seva repercussió al camp de l’arquitectura. Des del principi del moviment modern, els arquitectes han estat fascinats per aquest llenguatge, i ens l’hem apropiat. Exemples d’això serien els edificis-anunci d’Asplund per l’exposició d’Estocolm de 1930, on l’arquitecte gairebé inventarà l’edifici nocturn, o Times Square, o els diversos concursos en que es va presentant Jean Nouvel abans de construir, per fi, Euralille. La culminació d’això serien, potser, les arquitectures al·lucinades de Blade Runner, que, en qüestió estètica, i juntament amb la seva recent bessona Children of Men, s’ha revelat com la pel·lícula definitiva del segle xx.

Tots els exemples que he proposat tenien un tret comú: amb més o menys fortuna, la seva potència visual transcendeix els límits del llenguatge i es transforma en pura poesia: aquesta coherència global, aquesta unió en una sola imatge, la capacitat pel collage, per unir heterogeneitats i crear un significat superior anul·la els missatges publicitaris, els deslocalitza. Si hi ha fascinació, bellesa sense més, no funcionen. O és que algú recorda que Roy Batty mor amb un anunci de TDK de fons?



Exemple 4: even better than the real thing.

Per tal de dissenyar l’escenografia de la seva gira Pop Mart, U2 contacta amb l’arquitecte Mark Fisher, que els proposa tocar sota una gegantina “M” de McDonald’s. Entusiasmada, la banda contacta amb la marca comercial, que els prohibeix l’us del seu logotip gairebé sense dubtar-ho.

La potència d’una icona, d’un missatge alternatiu, anula qualsevol efecte que la publicitat pogués tenir sobre nosaltres, com molt bé va saber veure la marca de menjar ràpid. Entre One i la M preval One. I per molts anys.

El grup va acabar tocant sota mitja M, un arc gegantí molt pop, també, i santes pasqües.

Els publicistes troben ràpidament la manera de contraatacar aquesta manera d’actuar dels arquitectes i els cineastes, o els fotògrafs. La resposta serà l’arquitectura corporativa, i aquesta ve d’antic: els pavellons Nestlé i Philips de Le Corbusier en seran un bon exemple, i el BBV de Sáenz de Oíza (conegut directament amb el nom de la marca), etc. Ningú pot pensar en els vins Marqués de Riscal sense recordar el magnífic hotel de Gehry. I això encara és més enutjant: el vi és fantàstic, i l’hotel, també. Fina Puigdevall s’ha casat gairebé literalment amb els RCR, John Dinkeloo amb Emilio Botín, Swiss Re amb Foster, Herzog & de Meuron amb la Caixa, i paro perquè la llista és massa llarga i densa.

Actualment, els arquitectes som còmplices de bancs, dictadors, companyies petrolíferes, químiques, elèctriques. Sé de diversos estudis coneguts que han signat cases de putes, bo i sabent el que s’hi cou. Hotels sencers de Barcelona s’han pagat fins l’últim cèntim amb diner negre. I rere tot això hi som nosaltres: potser mercenaris a seques, potser convençuts que la nostra professionalitat podrà canviar alguna cosa, millorar alguna condició de vida, o la relació de l’edifici amb la ciutat. Falàcies. Tots sabem que no és per això que ens criden. I consentim, i traguem mirant o no cap alguna altra banda, o ens conformem treballant per caps que tenen menys escrúpols que nosaltres (ells en diuen realisme) i que no dubten a signar el que la nostra falta d’escrúpols no ens deixa fer.

Mea culpa: he treballat en grans obres públiques, per compte de tercers arquitectes, algun d’ells starchitect i tot. Ho he fet, en part, perquè no m’han encarregat l’edifici a mi, massa jove, inexpert, immadur. Amb caps de projecte que havien estat ocupes en algun moment de la seva vida. Ningú es qüestionava la naturalesa de l’encàrrec. Quan jo vaig fer-ho em van dir, sense rancúnies ni males llets, que havia fet una mala pregunta. O marxava o seguia. Però no valia queixar-se. Vaig marxar, tard, malament i quan probablement em volien fer fora ells. No sé si ara ho tornaria a fer.

Aquest matí esmorzava amb en Merwan i li parlava de la darrera part d’aquest article. Escoltava molt atentament, i, al final, ha baixat el cap, i, mirant la tassa de cafè, m’ha dit que era una batalla perduda. Un tabú.

Tenim els ideals en crisi, més en crisi que la crisi actual, i van caient tots en cadena sense que ningú en busqui una substitució. Només puc demanar un moment de consciència. Un alto. I, potser, es pugui acabar fent un poema o un blues d’aquest sentiment de desesperança.

Igual només n’hi ha prou amb un somriure, amb gaudir del que un té. Amb ser una mica més cult, una mica més conscient, una mica més lliure. Ni que sigui per morir-se de gana.

Al final, si caiem, que sigui amb elegància. Amb la de debò, no amb la que et donen prets a porter tunejats de marques pertanyents a ex-sastres de hitler o ex-col·laboracionistes, tots morts, al final.

dijous, 9 d’octubre del 2008

burn me, i’m a cigarrette




Robert Fripp sempre ha arrossegat aquesta fama de músic seriós, sigui per la seva imatge personal, per algunes excentricitats gairebé contràries a la de molts companys de professió, com concerts a les quatre de la tarda, pel fet de tocar assegut, de no cantar, de ser professor i arribar a formar grups amb els seus alumnes, o fins per l’aura de gravetat, gairebé de solemnitat, amb que ha anat revestint algunes etapes de la seva música.
A finals de 1978 Fripp es planteja el seu primer disc en solitari: Exposure. Enlloc de fer-lo servir com a vehicle de lluïment personal per tal d’allunyar-se de l’estela del seu grup, bastint l’album amb cançons cuinades a foc lent a la seva ombra, dient coses que no ha pogut expressar abans per la lògica d’un esquema fix amb què fer-ho sonar tot, el músic radicalitzarà encara més la seva manera de treballar basada en la composició coral, en que tots els que intervenen a la cançó n’esdevenen part activa, com si la interpretació fos una via d’accés a la composició. Gairebé cap cançó serà només obra seva. Moltes d’elles (com la que titula el disc) són d’altres músics, principalment dels “seus” dos Peters, Gabriel i Hammill: versions alternatives a les finalment enregistrades, per tal d’explorar matisos, maneres de fer diferents. Què passa si a una cançó basada en un solo de baix se li silencia el baix? Si traiem l’orquestra d’un tema que sempre havia sonat amb banda? Fripp semblarà tornar a la versió de la maqueta, i d’això naixerà la força del disc: temes atàvics, frescos, que semblin tocats per primera vegada, i unes transicions entre ells d’elaboració màxima, basades en obstinats, que lliguen tota aquesta barreja heterogènia.
Els crèdits del disc són fonamentals, perquè no es tractarà només d’una llista de músics més o menys cèlebres cedint-li veus, instruments, entusiasme. Senzillament, si un sol nom hagués canviat tot el disc seria totalment diferent.
Comença amb el músic demanant permís: ha estat fent coses que creu que poden ser comercials i ens les vol deixar escoltar. Va dilatant el seu inici durant un llarg minut en què sona una cançó que sembla una prova de so. Veus escalfant-se, escales, silencis. Compte fins a quatre, una trucada de telèfon. Més silenci. Extemporàniament arrenca una distorsionadíssima guitarra que obre un energètic rock n’roll: Burn me, I’m, a cigarrette, més en la línia de Daryl Hall que en la seva pròpia.
La manera en que els diversos cantants interpreten sorprèn per la seva intensitat: Hall i Hammill canten cridant, i, a Exposure, Terre Roche (que venia del folk) es deixa literalment les cordes vocals a cada presa, cantant sobre un micro dolent passat per una mena d’amplificador cutre de guitarra mal equalitzat. És com si els sentiments no es volguessin matisar. Es cerca una contraposició entre el control i la raó, i el resultat final serà com visitar un zoològic de feres engabiades recentment: ens parla sobretot de la perícia del domador que les ha aconseguit capturar vives , i mai ens traurem de sobre una certa sensació de por veient-les. Fripp aconseguirà, així, bastir una obra en solitari pura a través d’un catàleg de col•laboradors i amics que sembla que estiguin fent gairebé el que els dona la gana.
El disc funciona com un vaixell: compartiments estancs que es poden arribar a inundar sense que això n’afecti (gaire) la globalitat, excepte si s’arriba a una massa crítica, que sempre remeten a un tot superior que els engloba, que els lliga, que els dona sentit.
Una altra mostra (gairebé la més aconseguida d’aquesta manera de treballar) és la bellíssima interpretació que Peter Gabriel fa de la seva Here Comes the Flood. La cançó va ser imaginada com una apoteosi bíblica en que una força alliberava els cervells humans de les barreres que els impedeixen sentir els pensaments aliens. Utopia honesta, molt ingènua, que li serveix per formar una cançó que pendula entre una grandiloqüència desesperada i un intimisme fràgil, tímid. La versió apareguda al primer disc en solitari de Gabriel necessita d’un poderós trio de guitarres que inclou el mateix Fripp amb Steve Hunter i Dick Wagner, els sospitosos habituals de Bob Ezrin, dos guitarristes que semblaven tocar permanentment enfadats, base del so del primer Alice Cooper, que van acabar signant una de les millors planes de la història del rock tocant la suïcida introducció a Sweet Jane que apareix al Rock n’Roll Animal de Lou Reed, més una banda de rock complerta més la London Symphonic Orchestra al complet. A tot això es contraposa una versió gairebé de cantautor: la veu pura, un piano precàriament tocat pel mateix Gabriel, res més. Fripp fa gala d’una generositat que ha fet grans totes les seves intervencions. Sempre ha demostrat una capacitat d’adaptació tan camaleònica que, fins tocant amb guitarristes pitjors tècnicament, mai s’ha sabut on començava la interpretació d’un i on la de l’altre. Per moments arriba a desaparèixer.
Exposure m’ha recordat sempre una frase de Borges: “a un llibre no hi hauria d’haver mai més d’un 20% de novetat”. Fripp, a través d’aquest 20%, crea una obra original que, a més, acaba transformant les sensibilitats dels seus companys de viatge.




divendres, 3 d’octubre del 2008

això sí que serà un bloc

El meu bon amic Merwan Chaverra, company de tantes fatigues i una de les "M" d’mmjarquitectes, inagura, per fi, el seu bloc.
Us puc assegurar que és un dels millors arquitectes que conec. És un plaer treballar amb ell, i una sort que agraeixo cada cop que fem alguna cosa junts, i les seves opinions sempre són assenyades, divertides, incisives, diferents. Riem molt junts, a les visites d’obres, passejant pel carrer, prenent alguna cervesa a qualsevol bar, viatjant, i, entre riure i riure, m’ha ensenyat moltíssima arquitectura. M’ha assegurat que anirà traient articles amb una certa periodicitat (sé dels dos o tres següents i són molt interessants, inclòs un experiment a mitges que preparem per la setmana que ve, si tot surt com ha de sortir), i crec que valdrà la pena seguir-lo.
Sort, Merwan, en aquest bloc. I enhorabona a ell i als que els agradi llegir-lo.

dijous, 2 d’octubre del 2008

es un pájaro... es un avión...

Davant mateix del Corte Inglés de Diagonal hi ha un edifici interessant que fa de mal recordar per una de les seves funcions passades: allotjar Franco quan visitava Barcelona.

Obra de Manel de Solà-Morales de Rosselló (sí, el pare de l’altre Manel i del difunt Ignasi), continua essent propietat de l’exèrcit que, sense el més mínim pudor, enfoca les seves cambres cap als vianants com si tots fóssim culpables d’alguna cosa. Vaig patir i tot per fer les fotos que il·lustren l’article.

L’edifici segueix un model molt suburbà d’edifici-flotant-dins-parcel·la-molt-gran, i està tancat perimetralment. La disciplina de les tanques mereix un punt i apart a la història de l’arquitectura: recurs fàcil per endollar l’edifici on sigui, sempre davant d’ell, dins d’ell, sobre d’ell, creuant-lo, a voltes sobredissenyada fins amagar edificis mediocres que no tenen interès.

La tanca d’aquest edifici presenta un disseny molt particular: una gelosia a la part superior (que la entronca amb el model massís-tranlúcid típic i tòpic) i, a la inferior, un marc ceràmic encercla una porció de mur esquerdejat molt bastament.

La presència del marc ceràmic em va inquietar des del primer moment que el vaig notar: un mòdul fabricat a base de petites peces standard, allargat fins a més de tres metres en alguna ocasió, escurçat en d’altres fins a deixar-lo semblant a la proporció canònica d’un quadre de saló. Estava la tanca, fa uns anys, decorada? Prefereixo pensar que no. Com a joc, veig quadres d’alguna disciplina semblant a l’expressionisme abstracte, realitzats gràcies a l’humor d’un paleta i a lustres d’intempèrie. Relleven les petites diferències pròpies de la construcció humida, les seves imperfeccions, i les eleven a la categoria de cosa notable. Distreuen l’atenció del vianant casual, que no per això hauria d’evitar fixar-se en l’edifici que hi ha al darrera, recomanable fins al punt de demanar un esforç d’abstracció vers el seu programa i el seu passat per tal d’apreciar-ne la qualitat.